domingo, 18 de noviembre de 2007

CuEnTaCuEnToS: El camino era tan estrecho que se hacía díficil caminar erguido sin caer...

El camino era tan estrecho que se hacía difícil caminar erguido sin caer. No tenía muy claro como había llegado hasta allí pero lo cierto es que allí estaba, en un túnel sin salida aparente, sin apenas rastro de claridad y con miedo de estar siguiendo una dirección equivocada. En su cabeza todavía había recuerdos lejanos del lugar de donde procedía, del lugar donde había nacido, donde había pasado su niñez. Todavía no se explica lo que pudo pasar aquella noche. Todos dormían, o por lo menos lo intentaban porque en los últimos días se notaba una agitación extraña en el ambiente. Todos sabían que algo iba a suceder pero nadie sabía a ciencia cierta ni qué ni cuando.

Fue aquella noche. Preso del nerviosismo colectivo había decidido acostarse pronto, aunque no pudo conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada. De repente una sacudida que hizo temblar todo el lugar. Todos se despertaron. El nerviosismo lo invadía todo, todos gritaban, los gritos se mezclaban unos con otros creando un murmullo que era imposible descifrar. El nerviosismo crecía por segundos, hasta que en un abrir y cerrar de ojos todos se vieron envueltos por un impulso que les hacía correr, correr despavoridos hacia cualquier lugar. Quizá fuera un efecto en estampida, alguien que empezara a correr y los demás le siguen sin motivo alguno, aún no sabiendo lo que pasaba. Así se vio inmerso en una carrera sin destino aparente, sin razón, compuesta en su mayor parte de miedo por no saber lo que estaba pasando.

Al principio iba rodeado de muchos más presos también por el pánico, pero poco a poco se había ido quedando cada vez más solo, ya sea porque los demás tomaban caminos diferentes o por el cansancio que ya empezaba a hacer mella en la velocidad de su carrera. La oscuridad era cada vez más acentuada, el frío húmedo de aquel lugar hacía estremecer su ya débil cuerpo. Todo pasaba a gran velocidad, si quería salir de aquel lugar debía pensar en algo y debía hacerlo rápido.

Cuando ya iba a tirar la toalla lo vio, medio escondido entre unas hierbas. Durante toda su vida había soñado con aquel momento y ahora no podía creerlo. Intentó en vano controlar el latido de su corazón y la frecuencia de su respiración. Allí estaba, ante él, casi podría atreverse a decir que estaba esperándolo. Se quedó en silencio durante un tiempo, minutos, horas quizá. Simplemente lo contemplaba admirando cada detalle. Lo rodeó. Sí, estaba totalmente seguro, era su destino. En aquel momento supo que debía hacerlo.

...........

- Sí señora, está usted embarazada, los análisis así lo demuestran, dentro de 8 meses, si todo va bien serán uno más en la familia.


sábado, 10 de noviembre de 2007

CuEnTaCuEnToS: - ¿Qué haces?....

- ¿Qué haces?
- Ver porno ¿y tú?
- Pensaba en ti
- ¿En serio?
- No, y tú, ¿ves porno?
- No
- ¿Por qué seguimos mintiéndonos?
- No sé, ¿costumbre?
- ¿Quién se acostumbró a quién?
- No empieces.
- Has empezado tú.
- ¿Por qué siempre acabamos igual?
- No sé, ¿costumbre?
- No me plagies...
- Estoy cansada, me voy a dormir.
- Entonces ya hablamos mañana.
- Sí, hasta mañana.

Colgó el teléfono y lo dejó encima de su mesita de noche. Sentada en la cama se quedó mirándolo unos minutos, en silencio. En realidad no estaba cansada, pero era la rutina de cada noche. Una llamada, una mentira, una discusión y un hasta mañana. Cada noche igual, cada día la misma historia. Se levantó lo justo para apartar las sábanas de su cama. Deslizó sus pies hacia el fondo de la misma y se cubrió por completo con aquellas sábanas frías. Aún seguía pensando en él. Sabía que lo amaba, y que él, a su manera, también lo hacía. Pero él era así, con sus prontos, con sus palabras cortantes, con su forma de decir las cosas, con ese frío en su voz. Pero ella estaba segura de que la amaba, tanto como ella lo amaba a él. Cada noche se dormía con la esperanza de volver a sentirle cerca y se decía a si misma que él la amaba, solo que se lo demostraba a su manera.

A unos cuantos metros en otra habitación de la casa él cuelga el teléfono y lo tira con desprecio sobre una mesa. Enciende un cigarrillo y se mete en la cama a leer un libro. A ella ni siquiera la recuerda, ni siquiera recuerda que mañana sonará otra vez ese teléfono, ni siquiera recuerda haber hablado con ella. Cuando acaba su cigarro lo arroja a un cenicero. Apaga la luz y se duerme.

Ella aún piensa en él y en lo mucho que lo ama, en como él estará pensando en ella, en como al día siguiente iba a ser diferente, no se mentirían, no discutirían, todo volvería a ser como lo había sido en los primeros años de su matrimonio. Todo dulzura y todo amor. Un amor que ella seguía conservando intacto y que estaba segura de que él también. Soñaba poder volver a abrazarlo, soñaba con un susurro, con una mirada de cariño, con una sonrisa. Soñaba que volvía a ser feliz a su lado.

En mitad de la noche él se despierta, está enfadado, furioso, no soporta despertarse en mitad de la noche. Se levanta decidido. Abre la puerta, recorre un pasillo, abre otra puerta, grita, vocifera, da un golpe en la cama de aquella habitación. Sale dando un portazo, recorre el pasillo a la inversa, cerrando una vez más la puerta de la cual había salido solo un par de minutos antes. Vuelve a acostarse un poco más relajado y se duerme al instante.

Ella despierta en mitad de la noche debido a un fuerte golpe acompañado de unos gritos. No sabe muy bien que está pasando pero siente que ha hecho algo mal, él nunca haría algo así sin un motivo. Entre sollozos intenta volver al suave calor de su cama. Piensa en lo mucho que lo ama y en que él, a su manera también lo hace, solo debe tener paciencia, seguro que con el tiempo todo vuelve a ser como antes....