CuEnTaCuEnToS: ¿Por qué el mar es azul?...
-¿Por qué el mar es azul? - dijo mientras apoyaba su cuerpo en una barandilla del paseo marítimo. Tenía los ojos entrecerrados, como queriendo ver más allá de lo que sus ojos le permitían, intentando alcanzar el horizonte, esa línea que separa el mar del cielo. También podía ser a causa del viento que en ese momento se empeñaba en soplar, ese viento que daba de frente, que despejaba los pelos de la cara, ese viento que a veces amenazaba con pequeños remolinos en la acera que no duraban más que un par de segundos. A mi me apetecía más pensar que era la primera opción, que era su mirada de niño travieso la que le hacía entrecerrar los ojos para poder imaginar mil batallas libradas en ese mar azul, en mitad de una tormenta, donde los barcos de los piratas luchaban por hundir a cañonazos a su enemigo, por encontrar tesoros ocultos o por conquistar el corazón de su amada -Venga, tú eres bióloga, deberías saberlo - continuó mientras me guiñaba un ojo. La verdad es que la frase me hizo gracia por lo que no pude sino reírme y mirar al mar, ese mar azul que tenía delante. Para ser sinceros no era bióloga oficialmente, me faltaba un año para terminar, pero en aquel momento lo que menos me apetecía era corregir aquello sin importancia. Simplemente miraba el mar, ese mar inmenso donde se reflejaba el no menos intenso cielo, donde el sol brillaba con más fuerza tras cada ola, donde el viento que se empeñaba en despeinarme no podía más que acariciar aquel agua salada que se movía a su antojo. Cerré los ojos, me puse de puntillas y respiré todo lo hondo que pude. Mmmm, el olor a mar... cuantos recuerdos se agolpaban en mi cabeza. Toda una infancia al lado del mar, de la playa, miles de momentos ligados a un atardecer, a un amanecer, a un chapuzón, a una partida de cartas, a la arena o las piedras, a una carrera, a un 1X2... Tanto resumido en un simple olor a mar, un olor característico que hace que nuestros receptores olfativos estimulen a las neuronas que transforman esta información en una sensación placentera. Tras un gran suspiro volví a mirarle. Allí estaba, mirando al mar. Se giró, tomó mi mano y echó a andar. Yo seguí sus pasos aún sin hacerlo conscientemente. Seguimos nuestro paseo silencioso hasta que una nueva pregunta asomó a sus labios:
- Estas muy callada, ¿Te pasa algo?
- Sí - respondí con una sonrisa - Estoy feliz.
Sorprendida por mi propia respuesta sentí como sus brazos me rodeaban, como el tiempo se detenía por un instante, volví a mirar al mar, seguía azul y yo seguía enamorada.