lunes, 29 de octubre de 2007

CuEnTaCuEnToS: ¿Por qué el mar es azul?...

-¿Por qué el mar es azul? - dijo mientras apoyaba su cuerpo en una barandilla del paseo marítimo. Tenía los ojos entrecerrados, como queriendo ver más allá de lo que sus ojos le permitían, intentando alcanzar el horizonte, esa línea que separa el mar del cielo. También podía ser a causa del viento que en ese momento se empeñaba en soplar, ese viento que daba de frente, que despejaba los pelos de la cara, ese viento que a veces amenazaba con pequeños remolinos en la acera que no duraban más que un par de segundos. A mi me apetecía más pensar que era la primera opción, que era su mirada de niño travieso la que le hacía entrecerrar los ojos para poder imaginar mil batallas libradas en ese mar azul, en mitad de una tormenta, donde los barcos de los piratas luchaban por hundir a cañonazos a su enemigo, por encontrar tesoros ocultos o por conquistar el corazón de su amada -Venga, tú eres bióloga, deberías saberlo - continuó mientras me guiñaba un ojo. La verdad es que la frase me hizo gracia por lo que no pude sino reírme y mirar al mar, ese mar azul que tenía delante. Para ser sinceros no era bióloga oficialmente, me faltaba un año para terminar, pero en aquel momento lo que menos me apetecía era corregir aquello sin importancia. Simplemente miraba el mar, ese mar inmenso donde se reflejaba el no menos intenso cielo, donde el sol brillaba con más fuerza tras cada ola, donde el viento que se empeñaba en despeinarme no podía más que acariciar aquel agua salada que se movía a su antojo. Cerré los ojos, me puse de puntillas y respiré todo lo hondo que pude. Mmmm, el olor a mar... cuantos recuerdos se agolpaban en mi cabeza. Toda una infancia al lado del mar, de la playa, miles de momentos ligados a un atardecer, a un amanecer, a un chapuzón, a una partida de cartas, a la arena o las piedras, a una carrera, a un 1X2... Tanto resumido en un simple olor a mar, un olor característico que hace que nuestros receptores olfativos estimulen a las neuronas que transforman esta información en una sensación placentera. Tras un gran suspiro volví a mirarle. Allí estaba, mirando al mar. Se giró, tomó mi mano y echó a andar. Yo seguí sus pasos aún sin hacerlo conscientemente. Seguimos nuestro paseo silencioso hasta que una nueva pregunta asomó a sus labios:
- Estas muy callada, ¿Te pasa algo?
- Sí - respondí con una sonrisa - Estoy feliz.
Sorprendida por mi propia respuesta sentí como sus brazos me rodeaban, como el tiempo se detenía por un instante, volví a mirar al mar, seguía azul y yo seguía enamorada.

jueves, 25 de octubre de 2007

SiLeNcIo

Silencio, la ilusión duerme. Silencio que nadie la despierte. Está cansada y necesita dormir. Se podría decir que está agotada. Lleva toda la vida luchando para que la escuchen, para hacerse un hueco ante la prepotencia y las órdenes. Luchando para ser escuchada, aunque solo sea una vez. Silencio, su sueño es profundo. Se durmió esta mañana, poco después de la última paliza. Le dolía todo el cuerpo pero todavía tenía ganas de alzar su voz para ser escuchada. Un último golpe la acalló para siempre. Duerme. Duerme tranquila, aún sabiendo que nadie la escucha, aún sabiendo que su voz no llegará nunca a salir de aquel cuerpo en el que le ha tocado vivir. Vive soñando un mañana en el que alce su voz, en el que cesen los golpes, las intolerancias.

La ilusión duerme ahora, pero está ya muy cansada. Cansada de darlo todo en cada momento y a cambio recibir solo golpes. Golpes que llegan a ella y la atraviesan, dejando un hueco a través del cual se van escapando sus lágrimas.

La ilusión duerme, su sueño es eterno.

La ilusión no despertará.

La ilusión ha muerto.

Murió luchando contra un rival al que nunca pudo demostrar que podía vencer. Murió con ese último golpe que atravesó su ya débil cuerpo. La fuerza no le acompañó esta vez, como muchas otras lo había hecho, ella también estaba cansada.

Silencio, la ilusión duerme...

domingo, 21 de octubre de 2007

CuEnTaCuEnToS... Número 100!!!!

“Señoras y señores en breves minutos aterrizaremos en el aeropuerto del Prat, la temperatura en el exterior es de 18 grados, el día esta soleado y se prevé que la temperatura máxima sea de 21 grados. Son las 7:45 de la mañana hora local. La tripulación les desea que tengan una buena estancia y espera volver a encontrarles en un vuelo de nuestra compañía”

Esas fueron las palabras que la sacaron del sueño en el que se encontraba. Después de hora y media de viaje despertaba en tierras catalanas, con más ilusión que esperanza, con un poco de hambre también pero dispuesta a comerse el mundo en un fin de semana. Una vez fuera del avión se dirigió a la zona de salida, sintió el aire fresco de la mañana preguntándose si 18 grados no serían demasiados para la temperatura que estaba sintiendo en su piel. Sabía que le quedaba un rato todavía para llegar a su destino por lo que se encaminó a coger el tren. Tenía una mochila y un trozo de papel en su mano con una dirección. Se dijo que no podía ser tan difícil llegar, alguien tenía que conocer aquella calle, preguntando se llega a Roma y ella iba a llegar a su destino le costase lo que le costase.

Una voz femenina le avisó que la siguiente parada sería la suya. En su interior sentía un poco de miedo por lo que podía descubrir al traspasar aquella puerta, al bajarse en aquel andén, al llegar a un sitio extraño sin avisar ni siquiera de su llegada. Al bajar del tren se perdió entre la multitud que abarrotaba las vías, se sintió como una hormiga en mitad de una estampida de búfalos, pero la verdad es que no le importó, sabía lo que quería e iba a conseguirlo. Volvió a desplegar el papel que llevaba en sus manos para asegurarse de que preguntaba por la dirección correcta.

Un metro, un autobús y cinco minutos andando después llegó a su destino. Un portón de metal con grabados en verde se levantaba ante ella. Sabía el piso y la letra pero era demasiado temprano para tocar al portero en una casa decente, por lo que pasó por su cabeza la idea de esperar a que la persona adecuada saliera de aquel portón. Si, era una locura pero ¿qué más daba una más? Sabía lo que quería y sabía que aquella puerta alguna vez se abriría y saldría él.

El tiempo se le hacía interminable, estaba nerviosa aunque sabía que cuanto más tiempo esperara más cerca estaría el momento de volver a verle. Sabía que cuando esa puerta se abriera le iban a temblar las piernas, perdería la conciencia del tiempo y una sonrisa tonta aparecería en su cara.

El tiempo trascurría con su acompasado ritmo hasta que aquella puerta se abrió. Si, se había abierto varias veces aquella mañana pero aquella vez fue la adecuada. Él la miró y se quedó mirándola. Ella lo miraba y esbozaba una sonrisa.

- - - Bon dia
-
Bon dia
-
¿Qué haces aquí?
-
Espero
-
¿Cuánto tiempo llevas esperando?
-
Un par de horas, no mucho más
-
¿A quién esperas?
-
A un crío
-
¿Un crío? – dijo frunciendo una ceja
-
Si – dijo sin apartar ni un milímetro sus ojos de los suyos
-
¿y cuando lo veas que le dirás?
-
Nada
-
¿Nada? – decía mientras avanzaba hacia ella
-
Él sabrá que decir
-
¿Él? – dijo irónicamente con una sonrisa que la hizo temblar aún más. Ella asintió con la cabeza - ¿Y si él no encuentra las palabras?
-
Estoy segura de que sabrá que decir

Él . Él estaba ya tan cerca que podía sentir su olor, su presencia, sentir como sonaba su corazón, sentir como le temblaban las piernas, como sus palabras se hacían cada vez más difíciles de pronunciar.


- ¿Por qué has venido?
- Porque necesito volver a verle
- ¿Qué tiene él que no tenga otra persona?
-
Un no sé qué
-
¿Cuánto tiempo hace que no le ves?
-
Mes y medio – esta respuesta hizo que él entrecerrara los ojos, pensaba la siguiente pregunta y a la vez no podía dejar de pensar que había pasado casi dos meses desde su despedida en aquel aeropuerto
-
¿mes y medio y quieres que él sepa lo que decir? – dijo con una sonrisa
-
Lo sabrá
-
¿Por qué estás tan segura?
-
Porque lo sé
-
¿Hasta cuándo vas a seguir esperando?
-
Hasta que baje
-
A lo mejor no baja
-
Bajará – dijo ella muy segura de sus palabras
-
¿y si no tiene nada que hacer fuera de su casa hoy?
-
Bajará
-
Bueno, supongamos que baja, quizá no te vea o tenga cosas que hacer y no pueda quedarse a hablar contigo
-
Él me verá y cuando lo haga sabrá lo que hacer
-
Vaya, veo que no se lo pones muy fácil

Ella no pudo aguantar la risa en ese momento y se puso a reír al tiempo que se sonrojaba ligeramente. Él rozó con su mano sus cálidas mejillas, aquellas mejillas sonrojadas que eran el marco de una sonrisa abierta y sincera.

- Bueno, entonces me voy, vaya que baje y lo que vea sea mi espalda y no la belleza de tus ojos.

Ella bajó la mirada para seguidamente levantarla y ver como él volvía a entrar en el portal del que minutos antes había salido. Una sonrisa asomó a sus labios ¿Qué tenía que la enganchaba tanto? Quizá fuese simplemente amor.



Dedicado, como no, al Jefe, al creador de cuentacuentos,

y es que en una fecha tan especial no me podía olvidar de él

porque gracias al Señor de las Historias la magia cobra vida cada lunes

hoy ya van 100 de esos lunes mágicos, esperemos que sean 100 mil lunes más

Gracias

lunes, 15 de octubre de 2007

CuEnTaCuEnToS: Las palabras no significan nada, no son importantes...

- Las palabras no significan nada, no son importantes, lo que marcan son tus actos y la coherencia de estos con tus palabras. No puedes estar diciéndome que me quieres y después liarte con otro a la primera de cambio, no, no puedes, porque entonces ese te quiero que sale de tus labios no es más que falsedad, engaño, no hay nada que lo respalde, es un sentimiento que en tus labios tan solo se vuelve palabra, una palabra cualquiera, una palabra, simplemente. ¿Pero es que no te das cuenta? ¿No te das cuenta de todo el daño que me estas haciendo? ¿No te das cuenta? No ves que cuando me dices que me quieres mi mundo se vuelve mágico, se llena de vida, se llena de felicidad, es una sensación que no puede describirse con palabras, tan pura como el amanecer, un amanecer que tiñe mi vida con matices de esperanza y de fuerza para seguir adelante un día más, pero cuando descubro que ese te quiero es solo un velo que oscurece la realidad, entonces las nubes tapan el sol, el amanecer se vuelve noche y los únicos colores que quedan en mi realidad son el de la rabia y el de la tristeza, colores que me embargan hasta el último latido de mi corazón, ese que un día latió por y para ti, ese que manejabas a tu antojo, ese que ahora muere de dolor, de dolor por ti. No dices nada. ¿Acaso no sientes? ¿Tan fácil es para ti todo esto? Mírame a los ojos y dime la verdad, por una vez en tu vida, no me mientas, mírame y dime lo que sientes al mirarme, lo que sientes cuando te cojo de la mano, lo que sientes cuando rozo tus labios, lo que sientes cuando te digo que te quiero, cuando te digo que por una mirada tuya me muero, lo que sientes ahora que estas escuchando esto. Pero no me digas te quiero cuando de verdad no lo sientes, no me digas te quiero cuando se lo estas diciendo a otro, no me digas que me quieres cuando tus besos ya no me lo dicen, cuando tus manos ya no buscan las mías, cuando tus ojos miran al cielo buscando una explicación que no llega, buscando un camino por el que huir, buscando una excusa a la que aferrarte, no me digas créeme porque ya no te creo.

-...

- No, espera, mejor no digas nada. No quiero que cada palabra que digas se clave en mi corazón como una mentira más, bastante tiene ya con intentar seguir latiendo sin ti.




viernes, 5 de octubre de 2007

Mi soledad y yo...


Cuando la soledad llame a tu puerta no te resistas, aunque lo hagas ella se deslizará por debajo de tu puerta, quizá te de una oportunidad cuando llame al timbre, ábrele, sino no habrá vuelta atrás, se adueñará de ti, sin compasión, te invadirá y se repartirá por todo tu ser. Cuando quieras darte cuenta ya no podrás hacer que se vaya, porque ya será parte de ti, de tu cuerpo, de tu mente y de tu alma. Dirigirá cada uno de tus movimientos, a su voluntad, dominará todo tu ser y será fuerte.

Cuando la soledad llame a tu puerta procura estar preparado, si le abres se sentará en una silla a esperar su momento. Este quizá nunca llegue por lo que seguirá esperando, tal vez para siempre, mientras tu sigues viviendo tu vida sin ella. Observará cada uno de tus movimientos siempre en la distancia, pero siempre preparada, expectante.

Llaman a la puerta. No tengo ni ganas ni fuerzas para abrir. Quizá ya sea demasiado tarde.
Entró.