jueves, 31 de julio de 2008

CuEnTaCuEnToS: Íbamos caminando la muerte, tú y yo

Íbamos caminando la muerte, tú y yo.

Muerte - Hay que ver que aquí nunca hace frío ni calor
- Uf, pues menos mal porque sino estaríamos helados o sudando
Yo - Hay que ver Muerte que siempre te estás quejando
Muerte - ¿Quejando? ¿Yo?
Yo - Sí, tú, todo el día poniéndole quejas a todo, cuando tenías que estar agradecida por tener un sitio donde vivir
- Bueno, eso es discutible...
Yo - ¿Ahora te pones tiquismiqui tu? Pues si que...
Muerte - Bueno, bueno, tengamos el día en paz
Yo - Mira quien fue a hablar...
- Oye una curiosidad, ¿puedo preguntarte algo? ¿Los ángeles meáis?
Yo - Siempre con la misma preguntita oye
Muerte - Hombre pues mira esa si que es una buena pregunta, es que con eso de que no tenéis sexo definido...
Yo - ¡Dios mio lo que tengo que aguantar!
Dios - ¿Qué pasa por ahí?
- El que faltaba...
Muerte - Nada, nada, que el ángel no nos quiere contestar a una duda existencial que tenemos sobre...
Yo - Nada, nada, las dudas se mandan por correo y si eso ya las contestaré
Dios - ¿No deberíais de estar trabajando ya?
- Si, si, ya nos despedíamos, ¿ves lo que has conseguido?
Yo - ¿Te recuerdo quién preguntó?
- ¿Intentas poner mirada asesina? Porque la verdad es que no te sale
Yo - Claro que me sale pero como llevas unas gafas de culo de vaso no ves nada
- ¿Gafas de culo de vaso? No me calientes...
Yo - Uh... que miedo el Tiempo se calienta, el Tiempo se calienta, ¿lo has oído Muerte?
Muerte - Lo que yo creo es que deberíamos dejar la charla para otro día e ir a trabajar ya que luego el jefe se nos enfada y no quiero ni pensar lo que nos hará esta vez, así que yo me voy, que me espera una noche movidita, ya os cuento mañana cuantos han caído, ¡nos vemos!
- ¡Adiós, que tengas buena noche!
Yo - ¡Adiós y no te cargues a ninguno de los míos!
Muerte - Eso nunca lo sé, me llegan los envíos según los voy haciendo, pero lo intentaré
Yo - Bueno, yo voy a ir marchándome también que Mariela tiene que estar a punto de acostarse y tengo que vigilar sus sueños, nos vemos
- Vale, yo retraso el tiempo hasta que llegues para que no se duerma antes
Yo - Vale, gracias, que el otro día llegué y estaba ya dormida y se habían colado en la habitación diablillos de todos los colores y tuve que pasarme la mitad de la noche tirándolos por la ventana, menudo trabajo me dieron
- Seguro que hoy llegas bien, incluso con adelanto
Yo - Gracias, nos vemos

En la habitación de Mariela.

Mamá - Es tarde, tienes que dormir que mañana hay que madrugar
Mariela - Es que no estoy cansada mamá, de verdad, déjame quedarme un ratito más con vosotros
Mamá - Sabes que eso no puede ser, es tarde y tienes que acostarte
Mariela - Que rollo, yo no quiero dormir, yo quiero jugar
Mamá - Ya jugarás mañana, ahora hay que dormir
Mariela - Bueno, pero tienes que prometerme que mañana me llevarás al parque
Mamá - Ya veremos, ahora a dormir
Mariela - ¿Y si hay algún monstruo debajo de la cama o en el armario?
Mamá - Pues entonces tu Ángel de la Guarda te protegerá de ellos, venga, a dormir y soñar cosas bonitas
Mariela - Hasta mañana mamá
Mamá - Hasta mañana pequeña

En la misma habitación unas horas más tarde.

Yo - Hay que ver lo que le cuesta dormirse a esta criatura, todas las noches tengo que esmerarme en hacer el menos ruido posible espantando a los diablillos estos que se cuelan por todos lados para que no se entere, mira que carilla, tiene que ser de mala... ¿Qué ha sido ese ruido?
- ¡Ei! ¡que soy yo! ¿no me irás a tirar por la ventana no?
Yo - Pues mira ya la tenía abierta y todo, ¿qué haces tu aquí a estas horas?
- Pues me aburría bastante, ¿Cómo va la noche?
Yo - No me hables, no me hables que estoy hasta las narices de los diablillos estos que se cuelan por todos lados, no doy a basto a tirarlos por la ventana
- Si quieres te ayudo
Yo - Bueno, podías parar el tiempo cuando vea uno y así no tener que ir buscándolo luego por todos los escondrijos de la habitación
- ¡Vale! pero no puedo hacerlo mucho que luego el jefe me regaña, así que cuando veas a varios me lo dices y me paro ¿vale?
Yo - ¡De acuerdo! oye ¿que es ese ruido? ¿Muerte? ¿Qué haces tú aquí también? ¡Bienvenida al club de los aburridos!
Muerte - ¿Aburrida? ¿yo? ¿Pero de qué estáis hablando? ¿Qué hacéis vosotros aquí?
Yo - Pues a ver pues yo trabajando y este pues que se aburría y viene a ayudarme con los diablillos estos que no paran de salir por todos lados ¡Un día se me van a cruzar las alas y los voy a mandar a todos a tomar el viento fresco!
- Tranquila... que ya te ayudo, a ver, coge a todos esos que no se van a mover
Yo - Gracias, oye Muerte tú ya podías ayudarme a matarlos que yo los tengo que tirar por la ventana y al poco vuelven a entrar
Muerte - Yo... es que... verás... tengo que trabajar...
Yo - Pues ala, vete y trabaja que nosotros estamos atareados con los bichos estos, un día tengo que hablar con el jefe a ver si habla con el Diablo y le dice que no mande a tantos diablillos que me hacen la vida imposible, si es que tengo que pedir un aumento de sueldo, con todo lo que trabajo y ni un día libre a la semana y para colmo no tengo vacaciones tampoco ¿Vosotros creéis que esto es vida?
Muerte - Verás... es que he venido a trabajar aquí
Yo - ¿Aquí? pues poco trabajo vas a tener, la nena duerme desde hace rato asi que no vas a... Un momento... ¿A trabajar aquí?
Muerte - Sí...
Yo - ¿A la niña?...
Muerte - Sí...
Yo - ¿Pero qué ha podido hacer de malo este pobre angelito?
Muerte - Yo no decido...
- Quizá es que le llegó su hora, simplemente
Yo - ¿Pero como puedes decir eso, deslamado? ¿Y no se puede hacer nada?
Muerte - Me temo que no
Yo - ¿Tú no puedes parar el tiempo?
- Eso solo prolongaría su agonía, además no puedo para el tiempo eternamente...
Yo - No sirves para nada, ni siquiera para ayudar a los demás...
Muerte - No te lo tomes a mal Tiempo, que lo dice sin querer... Ángel debo hacerlo ya... Hay más personas esperando
Yo - ¡Esto es injusto!
- Eso es porque te has encariñado demasiado con esa cría, recuerdo que al último no le tenías el mismo cariño...
Yo - ¡Como para tenérselo! Era un asesino a sueldo que no tenía piedad por la vida de los demás, estaba deseando que viniera Muerte a llevárselo pero nunca venía, menos mal que me relevaron del cargo porque sino me hubiera llenado de rabia... ¿Cómo vas a matarla?
Muerte - ...
Yo - ¿Hola? ¿Contestas o qué?
Muerte - No seré yo quien la mate...

En el periódico la mañana siguiente

Titular: El asesino de la perla ataca de nuevo
Abstract: Hallada una niña muerta presuntamente asesinada mientras dormía. La policía encuentra una perla en la cavidad de uno de sus ojos. Nada se sabe del paradero de su asesino. La familia está a la espera de que se encuentre al culpable y se haga justicia.






miércoles, 16 de julio de 2008

CuEnTaCuEnToS: Un reloj de arena vacío...

Un reloj de arena vacío, unas llaves y una cazadora. Eso era lo único con lo que contaba aquella noche fría de Enero para descubrir cuál era su nexo de unión y poder responder a todas aquellas preguntas que se creaban en mi cabeza. Tras un buen rato de inspección del lugar y evidentemente sin mayores hallazgos que los ya mencionados, volví tras mis pasos para intentar juntar de nuevo las piezas. Rebusqué en los bolsillos de la chaqueta. Un pañuelo con una inicial grabada. Tiré de uno de los picos de aquel pañuelo para poder contemplarlo a la luz de aquella triste bombilla. Era exactamente igual a los pañuelos que usan los ancianos, blanco roto con una inicial bordada en color naranja. La chaqueta no parecía pertenecer a ningún anciano, más bien a algún apasionado del cuero y de las motos. Precisamente tenía un dibujo de una de esas grandes en la manga derecha. Ninguna otra señal.
En cuanto a las llaves poco que contar. Tres llaves, probablemente del portal, de la puerta principal y del buzón. Las típicas tres llaves que nunca faltan en un llavero, aunque precisamente estas llaves carecían de él. Solo estaban unidas por una argolla metálica, parecida a un anzuelo pero unido en ambos lados formando un ovalo en el que se engarzaban las llaves. El material era bastante duro por lo que servía bastante bien para el uso que se le había dado. En las llaves ninguna señal, ni siquiera el lugar de compra. Aquella noche parecía que las cosas no estaban dispuestas a unirse para darme una explicación coherente.
Continué con el reloj de arena vacío. Busqué las marcas de la arena que pudiera haber contenido en un pasado pero no existían. Revisé cada centímetro de aquel reloj para encontrar alguna fisura por el cual se hubiera derramado la arena. Ni que decir tiene que no la encontré. ¿Cuál sería la función de un reloj de arena vacío? A cualquier persona con un poco de sentido común le hubiese resultado cuanto menos extraño aquel reloj que no podía ejercer su función de reloj ya que no contenía ni un grano de arena en su interior. ¿Para qué podría servir un reloj que no marcara el tiempo? Miles de preguntas recorrían mi cabeza en aquellos momentos, una inicial, unas llaves, una cazadora y un objeto sin función. Tenía que estar pasando algo por alto y en eso tendría que estar la clave de todo aquel asunto y debía descubrir que era. Teléfono.

- ¿Si?
...
- No tio, hoy me viene fatal.
...
- ¿Qué regalo? ... ¿Chaqueta?... Con un dibujo de una moto en la manga derecha, si hombre, aquí la tengo pero el pañuelo que hay dentro...
...
- Una I de "Investigator"...
...
- Si claro claro que me gusta.... venga nos vemos otro día.
...
- Adiós

Estaba claro que aquella chaqueta estaba allí porque un gran amigo pretendía sorprenderme aquella noche. Objeto descartado para hilar las cosas, o quizá no. Veamos. Quizá todo aquello había sido una prueba para saber hasta dónde llegaría deduciendo, pues se iban a enterar. Repasemos las cosas. Andrés me regala una chaqueta motera con un pañuelo con un inicial gravada en honor a mi interés hacia la investigación, las llaves... Un momento. Decidido cogí las llaves y me dirigí a la puerta de entrada. Evidentemente no se correspondían con aquella cerradura. Debía encontrar entonces otro escenario, otra puerta que abriera esa llave. La pregunta que ahora debía responder era ¿dónde? Me senté en una silla vieja y apoyé mis codos en la mesa. Una única pregunta se apoderaba ahora de mi cabeza. Debía resolverla antes de poder seguir avanzando.
Mensaje. El pesado de Andrés otra vez. Ya le dije que hoy me venía mal quedar para pescar. ¿Pescar? ¿A estas horas? Cogí la chaqueta, las llaves y aquel reloj, por llamarlo de alguna manera, y salí corriendo dirección... encontrar a Andrés. De camino lo llamo para saber donde estaba. Aparco. En mitad de la nada podría decirse. Por fin consigo verle.

- ¿Te trajiste las llaves?- dice nada más verme.

Mi cara se convierte en un poema. ¿Cómo sabía él lo de las llaves? Es tarde así que decido dejar de pensar y dárselas, seguro que hay una explicación para todo. Me sonríe. Busca en una especie de mapa el número que llevaba repitiendo mentalmente. Le sigo. Llegamos a una especie entre casa, cortijo, chabola, casa del lago, casa del terror y un sinfín de adjetivos más.

- Abre tú.

Empiezo a sospechar que la casa está embrujada y que se comerá a la primera persona que atraviese sus puertas, en este caso yo. Intento reprocharle a Andrés su decisión pero por su cara me da a entender que entraré yo el primero con todas sus consecuencias. Mientras camino hacia la puerta me fijo en que la casa solo tiene ventanas en el primer piso, la madera esta casi carcomida por los años y el color verde del musgo que crece en el suelo se está apoderando poco a poco de mis zapatos. Los madera cruje a cada paso que doy que me acerca a la puerta. Llevo la llave en mis manos aunque se pierde entre el sudor de las mismas. Abro. Lo primero que veo tras averiguar que hasta aquella casa no llegaba la luz eléctrica por lo que doy gracias por llevar siempre encima el kit de emergencia de todo buen investigador, linterna incluida, es que hay por lo menos una tonelada de arena en mitad de la planta baja de aquella casa. Hay arena para llenar no uno, sino mil relojes de arena. ¿Relojes de arena? ¿Dónde estaría el reloj de arena que encontré vacío? Vaya desastre de investigador estaba hecho, primero confundía un regalo con una pista, después era mi amigo el que me llevaba hasta la casa que habrían las llaves, ahora me había dejado a saber donde la tercera pista. Me giro y evidentemente Andrés llevaba el reloj de arena vacío. Lo miro con cara de me estás ocultando algo cabrón. Me cede el reloj vacío sin contestar a mi cara. Vuelvo a mirar atentamente aquel reloj. No hay ninguna fisura por la que se pueda rellenar de arena, tampoco ningún pulsador secreto que hiciera se abriera una compuerta por la que pudiera entrar la arena. Me acerco a la tonelada de arena esparcida en el suelo. Toco la arena con intención de llevarme un solo grano, misión imposible cuando descubro que mi mano chorreaba sudor. Seguidamente intento deshacerme del sobrante de arena restregándome la mano en mi pantalón. Misión imposible. La arena parece pegada a mi mano con pegamento extra fuerte. Inconscientemente paso mi mano por la frente para quitarme el sudor que recorría mi sien dejando tras de sí un rastro de arena que hace que ahora sienta picores por toda mi frente. Me repito a mi mismo que no debo volver a tocar nada hasta que consiga quitarme la dichosa arena de la mano.
Recuerdo que la chaqueta venía con pañuelo. Intento no llenar nada más con la arena antes de encontrarlo y limpiarme la frente con él. Parece que funciona, más o menos, me limpio también la mano y aprovecho para secarme el sudor. Entre una cosa y la otra se desliza el reloj hasta el suelo, rompiéndose. Genial, lo que me faltaba, quedarme sin la última pista. Me agacho a recoger los pedazos cuando me doy cuenta que en verdad aquel reloj era desmontable y que solo así se podía rellenar con la arena que le faltaba, volviéndose a encajar y pareciendo que nada hubiese pasado. Relleno la mitad del reloj con arena y lo encajo. Lo giro. No funciona, no cae arena. Recuerdo que la arena se había pegado a mi mano por lo tanto no cae porque se ha pegado entre sí. Las cosas se podría decir que iban sobre ruedas.
Me giro para irme hacia la puerta pero me doy cuenta de que me he pegado al suelo. Las cosas mejoran por momentos. La arena se había deslizado y me había dejado sin libertad de movimientos. Llamo a Andrés para que me saque del apuro y descubro que se ha largado. Mi antes llamado amigo Andrés me había dejado en un buen lío desde luego. Intento moverme hacia alguna parte pero lo único que consigo es perder el equilibro y caer con el culo en el suelo por lo que la arena del suelo se pega a mi pantalón y en consecuencia me pego al suelo también. Mi ahora llamado amigo Murphy y sus leyes se estaban aprovechando de mi de una manera inhumana. Me muevo. ¿Me muevo? ¿Cómo voy a moverme si estoy pegado al suelo? Un terremoto. Me lo veía venir, nada podía ir mejor que un terremoto haciendo que la arena me fuese tapando poco a poco. Un momento. Si la arena me tapa llegará un momento en el que no pueda respirar y me ahogue. Gran deducción para aquellos momentos, sin duda, aunque ahora lo importante era salir de allí como fuese antes de que la arena se apoderara de mí.

- ¡Antonio! ¡Antonio! ¡Despierta hombre! ¡Que se ha terminado ya la clase!

- ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Andrés? - dije dando un respingo.

- Si hombre que te has quedado dormido en mitad de la clase de maquetación.

- ¿A sí? - pregunté algo incrédulo temiendo que aquella arena fuese alucinógena y lo que estuviese viendo fuera mi ultimo deseo antes de consumirme.

- Si, hoy hemos estudiado el proceso de rellenado de los relojes de arena, no te puedes ni imaginar como va eso.

- No lo dudes, algo de idea tengo - le dije haciendo un esfuerzo por mantener los ojos abiertos. Metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta y encontré las llaves de casa y un pañuelo, regalo de mi abuela la última navidad.

lunes, 14 de julio de 2008

CuEnTaCuEnToS: Una canción una historia....

"Querida Marta:

Nunca supe como empezar a escribir esta carta, en verdad tampoco sé porque lo estoy haciendo ahora, quizá porque mi corazón, este que se desnuda ante ti, este que se volvió loco desde que te fuiste, este pobre corazón que no deja de llamarte, que no deja de imaginarte, que no deja de esperarte, hoy me dijo que era el momento de hacerlo.

Nos conocimos apenas aquella tarde en la playa. Yo había capturado un pez, uno de aquellos que te gustaban tanto y que ya no consigo recordar su nombre. Te acercaste y al verlo tus ojos se iluminaron, nunca había visto unos ojos tan hermosos como los tuyos, tan grandes, tan perfectos. Me preguntaste que pensaba hacer con aquel pececillo. En principio mi intención era comerlo pero si te lo decía muy probablemente no volvería a verte, así que te dije que no tenía pensado nada en especial para aquel animalito. Lo cogiste suavemente entre tus manos, como si estuvieras acariciando una nube, y lo metiste en un cubo con agua fresca. En aquel momento hubese cambiado mi vida por la de aquel pez que estaba en tus manos, veía como el pobre animal se retorcía y yo le envidiaba porque había conseguido llamar tu atención, porque estaba entre tus manos, porque le estabas salvando la vida como yo quería que salvaras la mia. Me dijiste si podías llevartelo y no pude negarte nada.

Lo ultimo que recuerdo haberte dicho fue un pequeño adiós que casi no pudo oírse entre el ruido de las olas del mar. Desde aquel día no he podido olvidarte, no he podido dejar de pensar en ti ni un solo instante. ¿Sabes? A veces vuelvo a las orillas de aquella playa que nos unió y pienso en aquel pez, en como estará tranquilamente nadando en una cálida y hermosa pecera, como lo tratarás con mimo y cariño, como tus manos recorrerán su cuerpo escamado cuando lo acaricies. A veces, muchas veces, me encantaría ser yo el pez que nadara en tu pecera, aquel que tocaras con tus suaves manos, aquel que te observara bajo el agua, aquel que te demostrara cariño con cada aletazo.

Se que pensarás que estoy loco, y en verdad lo estoy, loco por ti, por volver a verte bajo la luz de la luna, por hacerte mía con cada beso, con cada mirada, con cada palabra. Nunca volvimos a coincidir, aunque yo no renuncio a que algún día volvamos a hacerlo, por eso no dejo nunca de venir a nuestra playa, para recordar tus ojos, aquellos ojos que me cautivaron nada más verte.

No se demasiado bien lo que pretendo con esta carta pero quizá necesitaba escribirla, para darme cuenta de que nunca volverás, de que nunca fui parte de tu vida y quizá tu solo fuiste un sueño, quizá las sirenas y los hombres estemos destinados a vivir separados eternamente.

Con todo mi cariño
Marcos"

Cogió el papel que estaba escrito, lo miró, lo enrolló y lo metió en una botella. Lo lanzó al mar lo más lejos que pudo y se sentó a esperar.