CuEnTaCuEnToS: Imaginaba que era un pirata cuando jugaba con su espada de madera...
Segunda parte: viene de La habitación del deseo...
Imaginaba que era un pirata cuando jugaba con su espada de madera. Siempre tan elegante, tan erguida. Se enfurecía si por casualidad alguna rama agitada por el viento se osaba a retarla en duelo. Siempre fue una niña de mucho carácter. Quizá por eso no se relacionaba demasiado con los demás niños, era algo solitaria.
Mi relación con su madre tan solo era esporádica. No nos soportábamos, para que negarlo, pero siempre sabía donde buscarme, y me encontraba, vaya que si lo hacía. Ella era hermosa, tan hermosa como los amaneceres, como los arco iris, como las flores recién abiertas. Y así era, como una flor abierta no hacía mucho, que para divertirse solo le hacían falta una botella y compañía masculina. Pasado el tiempo se casó, pero no conmigo, no nos soportábamos aunque no por ello dejamos de vernos. Sabía donde encontrarme y me encontraba. Su marido era un santo. Lo aguantaba todo, aunque no era tonto y sabía demasiado. Una noche tras una discusión vino a buscarme. La desnudé lentamente, sus ojos me pedían a gritos que lo hiciera. Sus manos rozaban deseosas mi cuerpo, sus labios ardían sobre los míos. El roce de nuestros cuerpos desnudos era pura pasión desbocada.
Nueve meses después nació ella. Tan dulce y delicada que parecía de porcelana. Su marido estaba muy feliz pero no era tonto, sabía demasiado. Yo no era tan responsable como para hacerme cargo de una niña, tampoco quería era un estorbo. Y así fue en la relación con su madre. Nos fuimos distanciando, apenas me buscaba y yo fui tomando caminos diferentes. Paseaba de vez en cuando cerca de su casa o en el parque donde solía jugar para verla crecer. Le encantaba recoger panaderos y después soplarlos y ver como sus semillas volaban por el aire.
- Mamá, mamá, mira tengo otro.
- Pide un deseo y sopla.
- ¿Solo uno? ¿Por que solo uno? Yo quiero muchos.
- Solo puedes pedir uno vida mía, si no no se cumplirá ninguno.
- Pues yo de mayor quiero poder pedir muchos deseos, construiré una habitación donde poder entrar cada vez que desee algo, así podré pedir más de un deseo a la vez.
Decidí desaparecer de su vida, bueno, la verdad es que nunca formé parte de ella, y tomar caminos diferentes. Monté mi propia taberna, donde podía sacarme unos cuantos billetes para sobrevivir. Pasado el tiempo me enteré que su madre había enfermado repentinamente. Desconozco realmente lo que pasó con su marido. Las malas lenguas dicen que murió envenenado por su hija pero nunca lo he sabido a ciencia cierta. No volví a tener noticias hasta que un día los borrachos que frecuentaban mi taberna hablaban de una Habitación del deseo. Inconscientemente me recordó a las tardes en el parque soplando panaderos y pidiendo deseos. Por esta razón decidí comprobar por mi mismo si se trataba de quien yo creía.
Y así era, no cabía ninguna duda, era toda una mujer, había cambiado mucho desde que la vi por ultima vez pero era ella.La situación me sobrepasaba, allí estaba ella delante de mis ojos. Me temblaban las piernas solo de mirarla, y si, era mi hija. Sus ojos no reflejaban ningún sentimiento, seguían siendo tan opacos como los había visto antes, sin vida, sin ilusiones, sin deseos.
- Váyase, esta acabando con mi paciencia
- Por favor, un momento, créeme...
- No va a conseguir nada gratis si es lo que espera.
- No... yo...
- He escuchado esa historia miles de veces, todos tenían la misma historia, pero creame ninguno consiguió nada.
Ya había avanzado hasta la puerta, su espalda. Hasta entonces no la había visto. Recta como un árbol, pero de curvas suaves en su final. Su forma de andar hacía que se estremeciera cada músculo de mi cuerpo. Parecía como si flotara por encima de los tablones de madera que recubrían el suelo. En la pared de la habitación se veía reflejada la silueta que dibujaba su cuerpo a través de la luz de la luna que entraba por la ventana. Esa figura esbelta y frágil que reptaba por la pared a medida que avanzaban sus pasos. Siluetas deformadas que hacían que mis deseos hacia ella aumentaran aún más.Se giró y me miró fijamente. Sus pupilas penetraron en las mías arrasando con la poca cordura que me quedaba.
- Espera, no abras - dije casi sin respiración - solo estaba bromeando, tengo dinero...
- Quiero verlo.
Mi mente pensaba todo lo rápido que la situación me permitía. Tendría que convencerla de que tenía un dinero que no poseía. Su mirada impasible me martirizaba, notaba el sudor recorriendo mi frente. Desplacé mi mano hacia el bolsillo del pantalón para sacar la cartera. La había rellenado con papeles por lo que pudiera pasar, sabía que ella era lista pero tenía que intentarlo. Se la mostré y noté que su rostro palideció de repente, su mirada se inquietó por un momento, sus ojos brillaron tímidamente. Una sonrisa asomó disimuladamente a mis labios.