miércoles, 16 de julio de 2008

CuEnTaCuEnToS: Un reloj de arena vacío...

Un reloj de arena vacío, unas llaves y una cazadora. Eso era lo único con lo que contaba aquella noche fría de Enero para descubrir cuál era su nexo de unión y poder responder a todas aquellas preguntas que se creaban en mi cabeza. Tras un buen rato de inspección del lugar y evidentemente sin mayores hallazgos que los ya mencionados, volví tras mis pasos para intentar juntar de nuevo las piezas. Rebusqué en los bolsillos de la chaqueta. Un pañuelo con una inicial grabada. Tiré de uno de los picos de aquel pañuelo para poder contemplarlo a la luz de aquella triste bombilla. Era exactamente igual a los pañuelos que usan los ancianos, blanco roto con una inicial bordada en color naranja. La chaqueta no parecía pertenecer a ningún anciano, más bien a algún apasionado del cuero y de las motos. Precisamente tenía un dibujo de una de esas grandes en la manga derecha. Ninguna otra señal.
En cuanto a las llaves poco que contar. Tres llaves, probablemente del portal, de la puerta principal y del buzón. Las típicas tres llaves que nunca faltan en un llavero, aunque precisamente estas llaves carecían de él. Solo estaban unidas por una argolla metálica, parecida a un anzuelo pero unido en ambos lados formando un ovalo en el que se engarzaban las llaves. El material era bastante duro por lo que servía bastante bien para el uso que se le había dado. En las llaves ninguna señal, ni siquiera el lugar de compra. Aquella noche parecía que las cosas no estaban dispuestas a unirse para darme una explicación coherente.
Continué con el reloj de arena vacío. Busqué las marcas de la arena que pudiera haber contenido en un pasado pero no existían. Revisé cada centímetro de aquel reloj para encontrar alguna fisura por el cual se hubiera derramado la arena. Ni que decir tiene que no la encontré. ¿Cuál sería la función de un reloj de arena vacío? A cualquier persona con un poco de sentido común le hubiese resultado cuanto menos extraño aquel reloj que no podía ejercer su función de reloj ya que no contenía ni un grano de arena en su interior. ¿Para qué podría servir un reloj que no marcara el tiempo? Miles de preguntas recorrían mi cabeza en aquellos momentos, una inicial, unas llaves, una cazadora y un objeto sin función. Tenía que estar pasando algo por alto y en eso tendría que estar la clave de todo aquel asunto y debía descubrir que era. Teléfono.

- ¿Si?
...
- No tio, hoy me viene fatal.
...
- ¿Qué regalo? ... ¿Chaqueta?... Con un dibujo de una moto en la manga derecha, si hombre, aquí la tengo pero el pañuelo que hay dentro...
...
- Una I de "Investigator"...
...
- Si claro claro que me gusta.... venga nos vemos otro día.
...
- Adiós

Estaba claro que aquella chaqueta estaba allí porque un gran amigo pretendía sorprenderme aquella noche. Objeto descartado para hilar las cosas, o quizá no. Veamos. Quizá todo aquello había sido una prueba para saber hasta dónde llegaría deduciendo, pues se iban a enterar. Repasemos las cosas. Andrés me regala una chaqueta motera con un pañuelo con un inicial gravada en honor a mi interés hacia la investigación, las llaves... Un momento. Decidido cogí las llaves y me dirigí a la puerta de entrada. Evidentemente no se correspondían con aquella cerradura. Debía encontrar entonces otro escenario, otra puerta que abriera esa llave. La pregunta que ahora debía responder era ¿dónde? Me senté en una silla vieja y apoyé mis codos en la mesa. Una única pregunta se apoderaba ahora de mi cabeza. Debía resolverla antes de poder seguir avanzando.
Mensaje. El pesado de Andrés otra vez. Ya le dije que hoy me venía mal quedar para pescar. ¿Pescar? ¿A estas horas? Cogí la chaqueta, las llaves y aquel reloj, por llamarlo de alguna manera, y salí corriendo dirección... encontrar a Andrés. De camino lo llamo para saber donde estaba. Aparco. En mitad de la nada podría decirse. Por fin consigo verle.

- ¿Te trajiste las llaves?- dice nada más verme.

Mi cara se convierte en un poema. ¿Cómo sabía él lo de las llaves? Es tarde así que decido dejar de pensar y dárselas, seguro que hay una explicación para todo. Me sonríe. Busca en una especie de mapa el número que llevaba repitiendo mentalmente. Le sigo. Llegamos a una especie entre casa, cortijo, chabola, casa del lago, casa del terror y un sinfín de adjetivos más.

- Abre tú.

Empiezo a sospechar que la casa está embrujada y que se comerá a la primera persona que atraviese sus puertas, en este caso yo. Intento reprocharle a Andrés su decisión pero por su cara me da a entender que entraré yo el primero con todas sus consecuencias. Mientras camino hacia la puerta me fijo en que la casa solo tiene ventanas en el primer piso, la madera esta casi carcomida por los años y el color verde del musgo que crece en el suelo se está apoderando poco a poco de mis zapatos. Los madera cruje a cada paso que doy que me acerca a la puerta. Llevo la llave en mis manos aunque se pierde entre el sudor de las mismas. Abro. Lo primero que veo tras averiguar que hasta aquella casa no llegaba la luz eléctrica por lo que doy gracias por llevar siempre encima el kit de emergencia de todo buen investigador, linterna incluida, es que hay por lo menos una tonelada de arena en mitad de la planta baja de aquella casa. Hay arena para llenar no uno, sino mil relojes de arena. ¿Relojes de arena? ¿Dónde estaría el reloj de arena que encontré vacío? Vaya desastre de investigador estaba hecho, primero confundía un regalo con una pista, después era mi amigo el que me llevaba hasta la casa que habrían las llaves, ahora me había dejado a saber donde la tercera pista. Me giro y evidentemente Andrés llevaba el reloj de arena vacío. Lo miro con cara de me estás ocultando algo cabrón. Me cede el reloj vacío sin contestar a mi cara. Vuelvo a mirar atentamente aquel reloj. No hay ninguna fisura por la que se pueda rellenar de arena, tampoco ningún pulsador secreto que hiciera se abriera una compuerta por la que pudiera entrar la arena. Me acerco a la tonelada de arena esparcida en el suelo. Toco la arena con intención de llevarme un solo grano, misión imposible cuando descubro que mi mano chorreaba sudor. Seguidamente intento deshacerme del sobrante de arena restregándome la mano en mi pantalón. Misión imposible. La arena parece pegada a mi mano con pegamento extra fuerte. Inconscientemente paso mi mano por la frente para quitarme el sudor que recorría mi sien dejando tras de sí un rastro de arena que hace que ahora sienta picores por toda mi frente. Me repito a mi mismo que no debo volver a tocar nada hasta que consiga quitarme la dichosa arena de la mano.
Recuerdo que la chaqueta venía con pañuelo. Intento no llenar nada más con la arena antes de encontrarlo y limpiarme la frente con él. Parece que funciona, más o menos, me limpio también la mano y aprovecho para secarme el sudor. Entre una cosa y la otra se desliza el reloj hasta el suelo, rompiéndose. Genial, lo que me faltaba, quedarme sin la última pista. Me agacho a recoger los pedazos cuando me doy cuenta que en verdad aquel reloj era desmontable y que solo así se podía rellenar con la arena que le faltaba, volviéndose a encajar y pareciendo que nada hubiese pasado. Relleno la mitad del reloj con arena y lo encajo. Lo giro. No funciona, no cae arena. Recuerdo que la arena se había pegado a mi mano por lo tanto no cae porque se ha pegado entre sí. Las cosas se podría decir que iban sobre ruedas.
Me giro para irme hacia la puerta pero me doy cuenta de que me he pegado al suelo. Las cosas mejoran por momentos. La arena se había deslizado y me había dejado sin libertad de movimientos. Llamo a Andrés para que me saque del apuro y descubro que se ha largado. Mi antes llamado amigo Andrés me había dejado en un buen lío desde luego. Intento moverme hacia alguna parte pero lo único que consigo es perder el equilibro y caer con el culo en el suelo por lo que la arena del suelo se pega a mi pantalón y en consecuencia me pego al suelo también. Mi ahora llamado amigo Murphy y sus leyes se estaban aprovechando de mi de una manera inhumana. Me muevo. ¿Me muevo? ¿Cómo voy a moverme si estoy pegado al suelo? Un terremoto. Me lo veía venir, nada podía ir mejor que un terremoto haciendo que la arena me fuese tapando poco a poco. Un momento. Si la arena me tapa llegará un momento en el que no pueda respirar y me ahogue. Gran deducción para aquellos momentos, sin duda, aunque ahora lo importante era salir de allí como fuese antes de que la arena se apoderara de mí.

- ¡Antonio! ¡Antonio! ¡Despierta hombre! ¡Que se ha terminado ya la clase!

- ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Andrés? - dije dando un respingo.

- Si hombre que te has quedado dormido en mitad de la clase de maquetación.

- ¿A sí? - pregunté algo incrédulo temiendo que aquella arena fuese alucinógena y lo que estuviese viendo fuera mi ultimo deseo antes de consumirme.

- Si, hoy hemos estudiado el proceso de rellenado de los relojes de arena, no te puedes ni imaginar como va eso.

- No lo dudes, algo de idea tengo - le dije haciendo un esfuerzo por mantener los ojos abiertos. Metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta y encontré las llaves de casa y un pañuelo, regalo de mi abuela la última navidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y puedes con cualquier género, estilo o como se le quiera llamar.
Yo no soy quien pa aconsejar a nadie,solo te animé a hacerlo.
Es un relato donde el misterio,la intriga,la investigación,los elementos nos situan en un escenario que parece decir por donde va a ir la historia pero...
Y es que en la ciudad de la inspiración que se te puede resistir??
Genial! adelante.
Un abrazio